Modesto de la Alhambra
Las ajadas lentejuelas de MadameArthur, en la esfera internacional, o de Modesto de la Alhambra, como se le conocía en la Salamanca regalona de la década de los 50, vuelven a recuperar el brillo de la actualidad. Ahora, diez años después de su muerte, Eduardo Gion, un cineasta barcelonés va a llevar a la pequeña pantalla la sorprendente vida de este pintoresco personaje natural de Villavieja de Yeltes que rompió los moldes sociales de la época. De este artista que, en pleno franquismo, dio un paso al frente de sus libertades para dar rienda suelta a su sentimiento y convertirse en el primer travestido. Y después acabar triunfando, como las grandes estrellas, en las mejores salas del Paralelo barcelonés, lo que le dio tal fama que hasta Paco Rabal pretendió interpretar su vida. Porque Rabal, el genio de Águilas dijo: "Un personaje que siempre he querido hacer y hasta ahora no he hecho es Madame Arthur, un maricón, un cantante con voz de camionero que conocí en Barcelona". Pero la parca, que siempre vence todos los pulsos, se llevó a Paco Rabal en 2001 y lo dejó con las ganas, cuando ya estaba todo listo para comenzar la película.
De su época de Barcelona hay anécdotas para llenar un libro o argumentar el mejor guión, como la casta que le echaba a la vida o el valor que tenía para frenar a los patosos. Patosos como un viejo banderillero, de ademanes engallados, que una noche acudió a presenciar el espectáculo de Modesto después de torear en Barcelona con Paquito Pallarés. El torero de plata, provocador y con mal vino a medida que transcurría la noche, comenzó a hacer mofas a Modesto, quien aguantó el tirón mientras pudo hasta que, ya harto, se dirigió bailando a la zona donde se encontraba el provocador banderillero y sin dejar la actuación, con toda naturalidad, le planchó la cara con una estrella sacada de una antigua badila hecha por algún herrero de Villavieja. El banderillero, gallito y bronquista, se quedó mudo y, avergonzado abandonó la sala humillado por Modesto, que había sacado la hombría con su discreción. Porque era más hombre que nadie para frenar la prepotencia de los patosos.
Cuando murió Madame Arthur o Modesto de la Alhambra, como se anunciaba en la época pionera del espectáculo que tenía en el local de ese nombre situado en el barrio chino de Salamanca, quedó el recuerdo de un genio adelantado a su época. Desde entonces, Modesto descansa en el cementerio barcelonés de Montjuic. En un nicho situado al mediodía y que mira al mar, tan lejos de su querida Villavieja y de su Virgen de los Caballeros, de la que seguía siendo tan devoto que antes de la actuación se encomendaba a ella besando una estampa. En la lápida del nicho, una inscripción con su nombre real -Modesto Mangas Mateos- pasa inadvertida para el gran público, el mismo que, años atrás, quedó sorprendido con el éxito del pintoresco personaje y excéntrico artista. De ese Modesto que abrió puertas impensables para la mayoría, entonces, como cuando tuvo los santos cojones, en plena dictadura, de travertirse en un escenario antes que nadie. Y sin ningún complejo de lo que pudiera pasar, a pesar de que todavía estaba reciente el palizón que le pegaron, por maricón a Miguel de Molina en el Pinar de Chamartín los falangistas Sancho Dávila y el conde de Mayalde.
En Montjuic descansan sus restos y en Salamanca parte de su leyenda, sobre todo en su pueblo de Villavieja, que siempre llevaba tan dentro de sí. Era tal la afinidad que tenía con él, a pesar de la distancia que propició la ausencia de largos años que, el destino quiso que poco antes de morir volviera al rincón charro del Yeltes donde abrió los ojos a la vida. Y preparó el viaje con tanto anhelo que hasta Paco Arte, un amigo rico de Madrid, cuando se enteró de las ilusiones de Modesto, le ofreció su Rolls Royce para que regresara a su pueblo con la categoría que debía acudir una estrella como él. Entonces, Modesto, hombre apegado a su terruño a pesar de la distancia, declinó la invitación con gratitud para volver a Villavieja sin falsas ostentaciones y portando la bandera de su señorío natural, donde recibió el cariño de la mayoría de sus paisanos durante los escasos días que permaneció. Tanto que hasta una noche, en la legendaria fonda improvisó una actuación para un reducido grupo de amigos y vecinos.
Fue la última función de un genio charro que abrió puertas cerradas en tiempos casposos. Y quien fue protagonista de una vida tan increíble para la época que le tocó vivir que hasta un cineasta de Barcelona va a llevar al cine la genialidad de su existencia para recuperar el brillo de sus ajadas lentejuelas.
Paco Cañamero Periodista
Un buen artículo de Paco que contribuye a aumentar la expectación que ha surgido en Villavieja en torno a Modesto.Nos consta que hay una gran predisposición a colaborar con el proyecto por parte de los vecinos que le conocieron u oyeron hablar de él.Lástima que nosotros seamos un poco jóvenes para aportar datos pero estamos dispuestos a colaborar con el proyecto.
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